Zlín : Donde la utopía se hizo realidad

A este remoto rincón del sureste de Moravia hace años que vienen en peregrinación amantes de la arquitectura contemporánea aunque como he descubierto hace unas semanas es sobre todo un lugar perfecto para ver cómo, a veces, la utopía puede terminar haciéndose realidad.

Por: Javier Mazorra

Publicado: Septiembre 05, 2017

La primera sorpresa es comprobar que  no puede ser más fácil acercarse a esta ciudad que durante la primera mitad del siglo XX fue la capital mundial del calzado pero también un inusitado laboratorio de experimentos, tanto económicos, como sociales y arquitectónicos. Se encuentra una hora desde Brno y está perfectamente comunicado con el resto del país.

Que nadie se espere una ciudad checa al uso. Los edificios con más de cien años se pueden contar con los dedos de una mano y su aspecto industrial es omnipresente.  Salvo que se venga con un conocimiento previo profundo, es imprescindible contar con un buen guía para descifrar sus secretos.

Lo más recomendable es subir lo antes posible a lo más alto del rascacielos del edificio nº21.  En el más puro estilo funcionalista, fue  mandado construir hace casi cien años  por Tomáš Baťa, el artífice de todo el proyecto, como cuartel general de su empresa. Y si  se puede, nada mejor que hacerlo en ese gigantesco  ascensor del tamaño de una oficina, desde el que los directores de esta empresa multinacional  controlaban su imperio.

La vista que se domina desde el piso 17 no puede ser más espectacular y al mismo tiempo, reveladora.  Zlín  se encuentra en un lugar estratégico, en el valle de Dřevnice, rodeado de bosques, ofreciendo las condiciones perfectas para que un visionario como Baťa pudiera poner en pie su ambicioso sueño a partir de una fábrica de zapatos.

A pesar de los destrozos de la Segunda Guerra Mundial y de casi medio siglo de régimen comunista aún queda mucho en pie de aquella epopeya. Su idea era crear el mayor centro industrial de su época, basándose  en el principio que se podía conseguir fabricar cualquier producto de forma masiva, manteniendo la calidad y ofreciendo al trabajador unas condiciones más que dignas.

Después de viajar por Estados Unidos y los principales países europeos, y de contar con los mejores asesores de cada ramo, decide desarrollar una ciudad donde todo girara alrededor de la industria. Todavía se puede ver como el núcleo central de la población lo conforman docenas de edificios donde se encontraban las fábricas que ahora se están recuperando, transformándose en museos pero también en nuevos centros de producción y creatividad.

Alrededor de estas fábricas se repartirían los centros de servicio y cultura además de modélicos hospitales, colegios y centros de ocio. Los trabajadores vivían en las laderas del valle en ciudades jardín inspiradas por las ideas de Ebenezer Howard.

Y el milagro es que casi todo lo que planeó y llegó a realizar entre 1894 y 1939 está ahí, incluyendo el mayor cine de su época, un flamante hotel- que después de ser recientemente remodelado vuelve a ser la referencia en lo que se refiere a alojamiento turístico y otros muchos edificios donde los amantes de la arquitectura pueden descubrir  la impronta de algunos de los mejores arquitectos de su época en Centroeuropa. Como Jan Kotěra que fue responsable de diseñar la casa del mismísimo Tomáš Baťa. Aunque los más importantes  e influyentes fueron František Lydie Gahura que se ocuparía de dar forma al Ayuntamiento, al imponente centro comercial o al cine, además de otros muchos edificios  y, Valdimír Karfík, un alumno aventajado de Le Corbusier y Frank Lloyd Wright que se centraría, sobre todo, en poner en pie los edificios de carácter industrial.

Para conocer  con mayor profundidad la filosofía, pero muy en especial,los diferentes aspectos del imperio Bata, es importante pasar un par de horas en su museo donde además de ver modelos de muchos de sus famosos calzados, también se pueden observar de cerca la infinidad de máquinas y motores que desarrolló, incluidos unos aviones que desde hace poco están volviendo a construirse aunque con tecnología puntera cerca de aquel aeropuerto desde donde viajaba por todo el mundo que el mismo había mandado construir. Tomáš Baťa quería crear un mundo donde el transporte, ya fuese por carretera, ferrocarril o avión fuese absolutamente fluido y asequible a todos. 

Su sueño se vio truncado  sin embargo en 1932 por un desgraciado accidente aéreo que terminó con su vida aunque sus familiares siguieron con su proyecto, en la por entonces Checoslovaquia hasta 1939 y a partir de la Segunda Guerra Mundial, desde Canadá expandiéndose por todo el planeta aunque ya sólo especializados en el mundo del calzado.

Lo fascinante es comprobar que el espíritu de Tomáš Baťa sigue vivo en Zlín y no sólo en su museo.  Son cada día más las empresas y universidades que se instalan en esta parte de Chequia, sabiendo que existe una población  heredera de aquellos emigrantes que atrajo Bata, receptiva a cualquier nuevo proyecto. Sólo hay que hablar con cualquier habitante para darse cuenta que de alguna forma aquella utopía no sólo se hizo realidad, sino que sigue viva.  Su hospital es aun modélico en el país, la calidad de vida es superior  a la media centroeuropea y sigue siendo una referencia en sectores como  la industria química o el cine de animación.  

Quizás un buen lugar para reflexionar sobre el fenómeno  Zlín sea su espectacular cementerio, enclavado en mitad de un bosque que como no podía ser de otra forma, también fue creado por Tomáš Baťa, siguiendo modelos pioneros en su época y  desde donde  se domina la ciudad desde un  sorprendente punto de vista.

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